, archivado en Catastrophe, The Sopranos ,

Catastrophe

(Ojo, esta entrada contiene detalles del final de la serie)

En el prestigioso The Guardian se vinieron tan arriba con la serie que titularon así su última crítica: “Catastrophe acaba de lograr el mejor final televisivo desde Los Soprano”. Eso son palabras mayores. Sin embargo, nos regalan una pista. Recordemos el final de Los Soprano, allá por 2007. Aros de cebolla. Un diner. La familia unida. ¿Un final feliz? Eh, espera, suena Don’t Stop Believing (No dejes de creer) de Journey. Una reflexión sobre el propio acto de narrar. Los Soprano era consciente de su estatura mítica –la revolución artística de la serialidad germina en este David Chase y su HBO– para hacer de la televisión una caja listísima. Y, así, optó por una clausura vanguardista: un no-final. Una sugerencia. Una ruptura. Que el espectador trabaje la densidad audiovisual: seis veces que se abre la puerta, un tipo malencarado acude al baño y ese recurrente contraplano de Tony siempre sospechando. Corte a negro. ¿¡Pum!?

El final de Catastrophe anima a aplicarle un close-reading similar. El diablo metafórico está en los detalles. El contexto: acaba de fallecer la madre de Rob (la actriz Carrie Fisher no llegó a rodar ni un minuto de la cuarta temporada). Rob propone quedarse en Boston; a Sharon le horroriza la idea. El matrimonio ha discutido agriamente. Toca reconciliarse, como siempre. No en vano, ey, habitan una comedia romántica. El final feliz define al género. Y la gran pregunta emerge: ¿es esto realmente un final feliz?

Seguir leyendo en Fuera de Series

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *