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the chair

Desde hace casi una década, la universidad estadounidense anda navegando un extraño oleaje. Sus aguas están más revueltas en el ámbito de las humanidades y las ciencias sociales, pero tampoco se salvan las ingenierías o la medicina. La libertad para pensar cuestiones controvertidas y para expresar opiniones minoritarias está siendo asediada. Cada quincena salta una nueva noticia de escraches en el aula, cancelaciones a invitados controvertidos, códigos de habla obligatorios, linchamientos mediáticos por naderías y, en general, una presión impuesta por los guardianes de la corrección política que dificulta la sagrada misión académica de reflexionar en voz alta. En ese convulso paisaje intelectual se ubica The Chair (Netflix), la miniserie de seis episodios creada por la actriz Amanda Peet y Annie Julia Wyman, una doctoranda de Harvard que se ha pasado a Hollywood; de ella proviene la autenticidad que se respira en buena parte de la propuesta.

Porque The Chair narra las desventuras del Departamento de Literatura Inglesa en la ficticia Universidad de Pembroke. Ahí, la profesora Ji-Yoon Kim (interpretada con solvencia por Sandra Oh) acaba de ascender a directora, lo que explica el título de la serie. Entre sus nuevas tareas como jefa está la de lidiar con un claustro avejentado y escasas matriculaciones de alumnos. No obstante, el verdadero gatillo del drama se dispara cuando una de las estrellas del departamento, Bill Dobson (el siempre simpático Jay Duplass), hace una parodia de un gesto nazi en clase. Con la preceptiva descontextualización, su levantamiento de brazo se convierte en viral y una bola de nieve echa a rodar. Cada vez más grande, más grande. Hasta que se convierte en imparable.

Ahí es donde The Chair captura con precisión el ambiente turbulento que, para quien siga las noticias de educación superior, se ha convertido en una trinchera más de las sempiternas batallas culturales. Emergen estudiantes que se sienten “amenazados” por un gesto sacado de contexto, se suceden las manifestaciones exigiendo el despido del docente y se eleva la anécdota a ejemplo de racismo “sistémico”. El diálogo se torna imposible y las autoridades sacrifican su integridad académica por el terror de convertirse en trending topic. En esa recreación moderna de la caza de brujas es donde The Chair más y mejor retrata el actual tumulto universitario.

La gestión de la “crisis nazi” provocada por el profesor Dobson evidencia, además, una institución obsesionada con la imagen hasta límites patológicos, incapaz de tratar a los alumnos como seres maduros que trasciendan el sentimentalismo de las apariencias y para quienes las palabras hieren como cuchillos. En esa mezcla de marketing omnipresente, mermelada emocional y fragilidad estudiantil que la serie retrata, resulta especialmente lúcido el cameo que David Duchovny (el famoso coprotagonista de The X-Files) realiza, interpretándose a sí mismo, bajo la excusa de que la lección inaugural del curso académico necesita hacer ruido en la opinión pública. Duchovny realizó en Princeton una tesina sobre Samuel Beckett, allá por los ochenta. La meta-broma, pues, apunta hacia una cultura de la celebridad que arrambla con la excelencia del pensamiento y la visibilidad pop por encima de años de investigación rigurosa.

Aunque The Chair sea crítica con la deriva woke de la universidad americana al mismo tiempo que denuncia su obsesión por la imagen, el punto flaco de la serie es el de subirse, también, al carro de los identitarismos. Las entretelas del drama –un drama, a ratos, muy cómico– ponen también el acento en cuestionar la meritocracia universitaria, acusándola de discriminatoria en favor del hombre blanco. Sin matices. De manera maniquea. Así, el relato denuesta por sistema a los profesores eméritos, reflejados todos como dinosaurios de tarima, aburridos y endiosados. Y apuesta por una docencia divertida, activa y revisionista, dejando como lamentable cualquier alternativa tradicional, sí, esa tradición que tan buenos resultados ha ofrecido al progreso desde que se fundara la Universidad de Bolonia en el siglo XI.

The Chair demonstration

Con sus aciertos y exageraciones en la representación del ethos universitario actual en Estados Unidos, The Chair se revela como una propuesta imprescindible para todos aquellos interesados en el mundo de la enseñanza: sus derivas, sus problemas y sus espinosas promesas de futuro. Por suerte, más allá de sus simplificaciones y tópicos, The Chair también abre una ventana para un relato de personajes que luchan por encontrar un equilibrio –vital y profesional– entre el deber y el querer, entre la pérdida y la esperanza. Una extraña comedia romántica entre el melting pot de los muros del saber, esos en los que hay días en los que la realidad supera tristemente a la ficción.

6 Comentarios

  1. Flames

    He empezado a verla…… bien, entretenida, aunque seguro que –como dices– cae en algún maniqueísmo.

    Se me ocurre que además de la meta-broma de David Duchovny, lo de la alusión a Becket tiene su enjundia, no en vano Thomas Becket fue mártir…. por lo que quizás dentro de muchos años estudien estos linchamientos de nuestra época como algo abominable.

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      • Flames

        Jo, es verdad…….. pero a mí me molaba lo de Thomas Becket …..

        Vista toda la serie…… no puedo añadir mucho más. La he disfrutado. Sólo que me da mucha penita esas cosas que están pasando en EEUU, esos linchamientos que ahora se dan en llamar “cultura woke” y que no dejan de ser mecanismos de poder y agresión no muy diferentes a los de las camisas pardas. Aparentemente más sofisticados, pero linchamientos.

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