, archivado en The Bear

The Bear poster

El energético piloto de la estupenda The Bear concluye con Carmy, el chef protagonista, lanzando un bote de tomate a la basura en señal de rebeldía. Tiene mérito hacer de un ingrediente misterio, salsa, metáfora y hasta pistola de Chejov. Que un elemento cotidiano en cualquier restaurante pueda funcionar en tantos niveles semánticos sintetiza a la perfección la grandeza de The Bear, uno de los sorpresones del 2022.

En esta época de sobredosis de oferta, esta joya producida por FX —emitida por Hulu en Estados Unidos y por Disney+ en España— ha vuelto a demostrar que las mejores historias no necesitan de fuegos artificiales galácticos ni de premisas identitarias sofisticadamente modernas. La clave, como siempre, radica en la solidez de los conflictos dramáticos. Desde la Troya homérica hasta este tugurio que sirve el mejor bocadillo de ternera de Chicago, lo que nos hace vibrar son las dudas, las culpas, las pasiones, los egos, las heridas del alma y sus apósitos. Y para encender todas esas hogueras del hombre puede bastar, como ocurre en The Bear, con una premisa sencilla.

Un joven cocinero que ha cabalgado estrellas Michelín decide regresar a casa. Su hermano mayor se ha suicidado y le ha dejado el restaurante familiar en herencia. Un antro con solera, sí, pero también con más grasa que sabor. Un caos que arrastra deudas y fantasmas. ¿Por qué alguien en la cresta de la ola decide abandonar el foie de nitrógeno líquido y el caviar esferificado para venirse a rellenar sándwiches?

The Bear image

Es el enigma que los ocho episodios de la primera temporada se afanan en responder. Y lo hace mediante una puesta en escena estresante, que deja al espectador sin resuello al meterle de lleno en la carrera contrarreloj que es toda cocina competitiva. Cuchillos que laminan cebollas a mil por hora, aceites que hierven, chefs que corretean trompeteando órdenes y pedidos online que se multiplican como plagas bíblicas.

En este sprint continuo que es The Bear solo asoma la calma cuando los personajes fuman a las afueras o cuando enfrentan sus demonios interiores. Unas veces los encaran con la sutileza de una mirada sostenida durante planos largos; otras mediante monólogos emocionantes y doloridos de siete minutos en una reunión de adictos anónimos. Porque ahí radica otra de las fortalezas de The Bear: en su versatilidad estética.

La autenticidad realista de una cocina siempre a punto de derrumbarse se cuece con simbólicos sueños de plantígrados, la urgencia del presente se salpimenta con flashbacks a recetas caseras, el incesante martilleo de utensilios se adoba con una deliciosa banda sonora de indie-folk (este Sufjan Stevens, cómo no), y la tensión del día a día alcanza su punto de ebullición en un infartado capítulo rodado en plano-secuencia.

No obstante, todas esas virguerías audiovisuales carecerían de sentido si no fuera por un puñado de personajes que saben muy reales. El creador, Christopher Storer, logra insuflar a sus criaturas de tridimensionalidad, permitiendo que la diligencia laboral vaya sazonando grandezas y miserias personales. Hay caracteres que chocan al inicio y poco a poco se van reajustando, ronda el primo canalla pero eficaz, la aprendiz brillante y algo acomplejada, tenemos alivios cómicos muy salaos, y está ese pastelero que atisba la posibilidad de lograr el donut perfecto. Un ecosistema variado y vibrante que Carmy intenta moldear, elevando los estándares, para salvar el negocio y quizá, también, para redimir su alma.

The Bear Sidney

2 Comentarios

  1. Flames

    Pues lo que dices… si no fuera por los personajes, tan reales, …. toda la serie carecería de sentido.

    Responder
  2. David

    Me ha encantado la serie y la review. Me flipó el capítulo del plano secuencia, acabé agobiado y cansado de verlos moverse, pero no me había dado cuenta de que lo era. Gracias por enseñarme a ver.

    Responder

Responder a Flames Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *