, archivado en Mare of Easttown ,

Mare of Easttown Kate Winslet

Lo mejor de Mare of Easttown es Kate Winslet y lo peor su sensación de déjà vu. Porque ya hemos estado aquí, aunque se empeñen en cambiar el nombre del pueblo. A estas alturas del partido seriéfilo, el arquetipo de detective con un pasado lleno de cicatrices que ha de resolver un caso criminal de lo más sensacionalista en una comunidad pequeña anda algo gastado. En las coordenadas de ese imaginario se mueven desde Top of the Lake hasta varios exponentes del Nordic Noir, pasando por referentes de la televisión británica contemporánea como la popular Broadchurch o la sensacional Happy Valley. De estas dos últimas series es de donde más bebe Mare of Easttown: de la primera toma esa comunidad donde, como en el Orient Express, todo el mundo parece tener razones para haber asesinado. De la segunda asoma la abuela coraje, con sus impotencias ante la muerte violenta del vástago.

Y, con la hemorragia de series que hay, es normal que brillen las alusiones intertextuales. ¡Está todo inventado! Por eso se echa de menos que Mare of Easttown no se distinga de sus modelos mediante una apuesta estética más radical. Puesto que en el ámbito dramático las limitaciones de Mare of Easttown son evidentes, como veremos más abajo, una opción habría sido insuflarle energía extra a la propuesta a través de la puesta en escena. Es una serie elegante, bien rodada, con secuencias de infarto como el final silenciocorderil del estupendo quinto episodio, el mejor de la miniserie. Es una apuesta visual que trabaja con eficacia el primer plano de su protagonista, tan expresiva. Sí. Pero, en su globalidad, no es una serie que termine de encontrar su distinción. No es esa visualidad hipnótica que propulsaba, por citar más detectives con cicatrices, al primer True Detective, ni siquiera la atmósfera siempre lluviosa, incómoda, de aquel The Killing. Frente a esas, la estética de Mare of Easttown es adecuada, correcta. Pero ya está. Quizá no haya que pedirle más pulido estético a una historia como esta que ha creado Brad Ingelsby, pero uno es de los que aún babea con aquel lema rompedor del “No es televisión, es HBO“. Las dichosas expectativas.

En todo caso emergen los problemas dramáticos. Esto es un ejercicio crítico, por lo que aunque le saquemos punta, hay que apuntar lo evidente: la serie se deja ver, el misterio engancha y los conflictos de los personajes exhiben aristas interesantes, aunque en muchas ocasiones se les vaya la mano a los escritores con su miseria. No es un relato irresistible ni un entretenimiento que te haga morderte las uñas, pero sí un buen pasatiempo. Un notable, si nos pusiéramos numéricos. ¿Por qué no más nota?

Mare of Easttown Guy Pearce

En primer lugar, por la trama de misterio. Aquí siempre yace un arma de doble filo, de la que nunca se puede saber su letalidad hasta el cierre. La estrategia de ir moviendo la diana del sospechoso es un rasgo característico de este tipo de relatos. Lo que sorprende, no obstante, es la cantidad de información que todo el mundo esconde. Un asesinato conmociona a una comunidad supuestamente pequeña(*) y, aún así, no hay personaje que quiera contribuir lo más mínimo a esclarecer el asunto. Al contrario. Salvo el repentino recuerdo del patriarca (un recurso algo chusquete, todo sea dicho), en el caso de los Ross resulta, a posteriori, comprensible el encubrimiento. Pero chirría más, por citar el ejemplo más llamativo, en un ex-marido con el que te llevas razonablemente bien y que, además, vive en tu patio trasero. ¿De verdad que asesinan brutalmente a una adolescente, que además es madre soltera, y tú, que has sido profesor del cole, no eres capaz de comentar el asunto con la jefa de policía en eso que le pides limones para el gin-tonic? Es esa sobrecarga de sombra lo que tensa demasiado el pacto de lectura de Mare of Easttown. ¿Un cura? Le añadimos un pasado de abusos. ¿Un papá adolescente tontolaba? (**) Lo adobamos con que la noche del crimen anduvo por ahí danzando. ¿Jóvenes desaparecidas? Inserta una trama de prostitución y adicciones a los opiáceos. Demasiada densidad ahoga la humanidad de los personajes, deslizándolos hacia el terreno de un melodrama exagerado, miserabilista.

(*) No he terminado de pillarle el punto a la localidad del título. En un momento dado, el detective Colin Zabel le comenta a Mare, en una referencia también metatextual, algo así como que en Easttown todo el mundo está relacionado. Un microcosmos, vaya, en el que la poli más popular aún vive de la fama de una canasta 25 años antes. Y el aroma que presenta la serie, desde sus primeros planos generales, es de pueblo, con sus opresiones familiares y sus viejas rencillas al otro lado de la calle. ¡Si hasta el papá de una sospechosa puede joderle el cristal y la cena a nuestra heroína, puesto que sabe dónde vive! Y, sin embargo, esa comunidad pequeña contrasta con la atención mediática que recibe y con el hecho de que una pocilga como la que presentan cuente hasta con una universidad donde enseñan algo tan sofisticado como “Escritura Creativa” y den lujosas fiestas para autores que tuvieron éxito hace dos décadas. Ummm. 

(**) ¿Cómo unos padres tan majos y cuidadosos han podido criar a un mequetrefe como Dylan

No, no quiero que el mundo sea un lugar fragante, pero sí que mejoraría la historia de Mare of Easttown si hubiera más peña que fuera un fin en sí mismo, como la deliciosa bisabuela que interpreta Jean Smart, y no siluetas a las que hay que marcar un tick para embrollar el esquema moral y el avance narrativo. Faltan personajes y secuencias que permitan echar el aire a un relato tan tremebundo y de trama tan rocambolesca.

Intuyo la explicación: en Mare of Easttown los alrededores del misterio son una excusa para explorar los interiores de los personajes. Pero es que se les va la mano a los guionistas con sus traumas, que componen un lexicón inagotable: secuestros, cáncer, drogas, suicidios, enfermedades mentales hereditarias, divorcios a mansalva, adulterios, mentiras, más mentiras, depresión, bullying, tests de paternidad, amenazas a testigos, accidentes de tráfico, estupro, abandonos a unos días de la boda, demencia, amistades traicionadas, niños casi-ahogados en la bañera, compañeros a los que les vuelan la cabeza… Uf, solo ha faltado que alguien se rompiera una uña para hacer de Easttown un pueblo vecino del infierno. Y, oiga, que solo son las afueras de Filadelfia

Mare of Easttown Jane Smart

Por eso, entre tanta penuria, como decía, resulta refrescante la bisabuela que interpreta Jean Smart con su socarronería habitual, la simpática borrachera del compañero Zobel, interpretado por un muy solvente Evan Peters (***), o la subtrama amorosa del siempre atractivo Guy Pearce. Los tres le permiten a Mare ensanchar su rango dramático de manera orgánica, sin parecer caracteres diseñados con escuadra y cartabón.

(***) Cuesta acostumbrarse a Evan Peters interpretando un personaje maduro, pero sale del trance airoso. Sin embargo, sí que se echa en falta un poco más de “química” con Kate Winslet, algo que sí surge de manera natural en su tándem con Guy Pearce. Quizá la diferencia de edad es lo que desestabiliza el puente Winslet-Peters. En todo caso, la muerte de Zobel evidencia que Mare no es una detective excepcional, sino normalita, con sus buenas intuiciones y sus malas decisiones. Algo que contribuye a humanizarla, por cierto. Por eso acepta sin rechistar la bofetada que le suelta, con razón, la madre doliente de Zobel en el sexto episodio. 

Más gratuita (y aburrida) ha resultado la subtrama de su hija Shioban. En el esquema moral de la serie, que ella acabe marchándose a estudiar a Berkeley es un éxito, sin duda, y ese adiós implica la ruptura de una maldición. Eso está claramente telegrafiado. Sin embargo, su labor como una de las catalizadoras de que su madre supere el suicidio de su hijo no ha tenido fuerza. En ese ámbito Mare of Easttown ha pecado de exhibicionismo, redundancia. El que esto escribe es de los que piensa que la sugerencia puede contar con mucha más fuerza dramática que la presencia. Al tener una actriz tan capaz de transmitir  sus demonios interiores con la mirada como Kate Winslet, los flashbacks al hijo muerto han resultado facilones, forzados.

Es una tragedia íntima que en el primer tercio del relato se maneja con una sutileza muy rica, sobrevolando el relato: intuimos una herida profunda en los ojos de Mare, sabemos que el nieto la propulsa y nos enteramos de la tragedia por una testigo enervada. Sin embargo, conforme avanza, la trama empieza a gritarnos al respecto, en las lógicas excavaciones con la psiquiatra, sí, pero también en el vídeo de Shioban o los recuerdos explícitos de la protagonista. Al masticarlo tanto, el efecto dramático pierde pegada, porque la concreción ahoga la grandeza de la ambigüedad. Y, se mire por donde se mire, suicidarte tan joven con una criatura aún en pañales encierra toneladas de interrogantes que jamás obtendrán respuesta; ni en la ficción ni en la vida real.

Y es una pena tanta explicitud porque ese último plano de Mare ascendiendo las escaleras del ático es poderoso. Y luminoso. Lo más interesante de esta miniserie ha sido la protagonista y su intento por lograr una redención que ni ella misma está segura de merecer. En su último sermón, el sacerdote enarbola un perdón ecuménico:

“Siento que el alma de Easttown está volviendo a levantarse. Pero hay miembros de esta comunidad a quienes hemos perdido por el camino. Miembros a quienes ha devastado los sucesos terribles de este pasado año. Se encuentran fuera de un círculo al cual antes pertenecían. El círculo de esta comunidad era su vida. Y quizá penséis que merezcan estar fuera. Que sus faltas y sus mentiras no tienen cabida aquí. Pero decidir qué merecen y qué no no es cosa nuestra. Nuestra tarea es solo amar. Así que os pido que os acerquéis. Os alejarán. Os dirán que no merecen vuestro perdón. No les dejéis hacerlo”

A continuación, Mare acude a casa de su amiga -esa amiga que la ha traicionado para preservar su familia- y, simplemente la consuela. Su dolor es espejo. La abraza. La consuela. La perdona. Y es ese perdón el que ella misma se está aplicando también a sí misma. Porque, como escribió el teólogo Lewis B. Smedes en un libro titulado precisamente Perdona y olvida, “el perdón es liberar a un prisionero para darte cuenta de que el prisionero eras tú”. Por eso Mare of Easttown, a pesar de sus irregularidades y sus clichés, es básicamente la historia de una redención. Porque no solo está resolviendo un caso, sino también liberando un alma.

Mare of Easttown finale

2 Comentarios

  1. Mercedes

    Me encantó tu reseña y tu crítica. Los asteriscos me sumaron mucho ya que coincidí ampliamente con lo que decían!!!!

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  2. Flames

    Acabo de entrar imaginando (o deseando) que hubieras escrito sobre esta serie. Me gustó mucho Mi notable es notable alto.

    Pero entiendo toda tu critica. Y puestos sumar una crítica…. algo que no me gustó, que pienso que podría haber sido diferente: es cómo Mare resuelve al final el caso. Mare se muestra toda la serie como una policía “pistonuda”, rebelde pero muy certera. Y resulta que al final resuelve el caso por una casualidad, cuando en realidad ya había ciertas señales de que algo no cuadraba. Y además resulta que el señor mayor detecta que le falta el arma justo entre que se la lleva el niño y la devuelve; al menos me pareció entender entendí que la había devuelto la misma noche.

    El caso es que MARE OF EASTTOWN me ha parecido muy aconsejable………… y de paso, mis recomendaciones. CALIFATO creo que es una serie que te agradaría y además te daría pie a analizar a personajes y situaciones de las que te gustan.

    TEHERÁN, FAUDA…… serían otras recomendaciones; son series muy entretenidas, pero menos “serias”. Me suena que ya has hecho algún comentario sobre ellas.

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