, archivado en Westworld

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El placer. El placer es mi primer mandamiento seriéfilo. Y el instinto que sigo al escribir sobre televisión aquí. Básicamente llevo diez años dando cuenta y razones de por qué me gusta algo (o por qué no).

“¿Es esto ahora?” (Bernard)

Es evidente que el placer estético que persigo no es el del polvete de una noche. Incluso me atrevería a afirmar que, stricto sensu, la serialidad está esencialmente reñida con el “aquí te pillo, aquí te mato”. Al contrario: la metáfora precisa es la del noviazgo. Puede haber un flechazo a primera vista (un piloto molón), sin duda, pero el disfrute seriéfilo reclama siembra, matices, aguante, fuego lento, complejidad e, incluso, la decepción de unos cuantos días lluviosos. La serialidad es la excitación de la prolongación temporal. Necesita tiempo para consolidarse. Por eso -y aquí es donde prende la verdadera pasión- hay relatos que exigen perspectiva y retrovisor para juzgar su potencia. Ya no lo recordamos, pero dudo que alguien viera el primer episodio de The Wire en 2002 y exclamara, extasiado, un “¡buah, esto es la leche, qué serión!”. Sin embargo, generosidades similares son habituales al contemplar a McNulty embarcándose en aquel odioso barco al cierre de la primera temporada.

“¿Qué es una persona sino una colección de elecciones? ¿De dónde proceden esas elecciones? ¿Tengo yo elección?” (William

No, con esto no quiero decir que todo relato serial esconda su placer estético al final del túnel. No. Hay series que distribuyen sus gratificaciones de manera mucho más habitual, como hacía aquel House o este Black Mirror. Por la misma regla de tres, el placer puede resultar liviano (Parks and Recreation), visceral (Justified), mareante (Legion), exigente (Deadwood) o hermético (The Leftovers). El placer es la meta y, por suerte, el homo seriefilus conoce muchas posturas para lograrlo.

Dolores

Y todo este largo introito en un post sobre Westworld, ¿solo por su rima psicalíptica?

No. Seré sincero: era un intento acelerado por emular la narrativa de Nolan y Joy, rica en meandros, digresiones, grandilocuencia y confusión narrativa. Sí es cierto que el rollo pseudoteórico sobre el placer seriéfilo me sirve para adelantar mi conclusión: la segunda temporada de Westworld me ha aburrido. Y por eso me bajo del tren en esta estación. La primera temporada tuvo varias cosas que me cautivaron y algunas otras problemáticas. Conforme avanzaban los episodios, las segundas se ensanchaban hasta hacer del relato un coladero. Es una vieja cuita mía con la ciencia ficción: si las reglas se van cambiando conforme avanza el partido, entonces, las reglas pierden su eficacia dramática y el relato pierde pie. Entra dentro de lo lógico que haya más mundos en el complejo roboturístico -no solo por la película de Crichton del 73, sino por las pistas del año pasado-, por lo que el garbeo por el universo Shogun no chirría y el Valle del Más Allá cabe dentro de lo imaginable. A lo que me refiero con cambiar las reglas es la constante sensación de que en cada esquina hay un laboratorio subterráneo con la potencialidad para reinventarlo todo. La premisa, así, se estira como un chicle… lo que no es sinónimo de avance narrativo, sino de as bajo la manga.

Esta fluidez provoca la total ausencia de certezas. Y eso, al menos a mí, me arruina cualquier intento de empatía con los personajes. Para el capítulo diez era tal el baile -de reprogramaciones y tiempos- que ya no sabía qué versión se escondía bajo la piel de cada personaje. Y resulta muy complicado sentir pena o tristeza por una línea de código. No es casualidad, pues, que el episodio más alabado por la crítica haya sido el interludio indio de Akecheta. Para las coordenadas de Westworld, fue un capítulo focalizado en un solo personaje (que sí, contiene multitudes, pero es un solo personaje al menos) y sus dilemas, bastante consistentes a lo largo de toda la hora. Y eso se agradece… incluso con la aletargante parsimonia que el gran Zahn McClarnon le imprime a la narración en lakota. Han sido de los pocos destellos en una temporada que ha tenido más momentos brillantes que coherencia tonal y narrativa. (En este sentido, creo que mis secuencias favoritas han sido la rutina mañanera de Delos, al ritmo de los Stones, y el speech metafísico que se casca el mefistofélico Robert Ford en “Les Écorchés”).

Bernard Westworld

Soy consciente de que el fan de la serie pueda escupirme en los comentarios el clásico: “No te has enterado de nada”. Y no le discutiré su afirmación. Entiendo que uno de los puntos fuertes de la serie es su capacidad -como en su día hizo Lost de manera tan brillante- para espolear y premiar al espectador entregado, capaz de retejer la historia ordenando el puzzle, vertebrar las teorías psicológicas y filosóficas que asoman la patita, decodificar símbolos, y coleccionar todos los huevos de pascua que la serie deposita aquí y allá. Solo digo que para que ese esfuerzo sea masivo, la serie ha de tocarte la fibra. Y Westworld es más fría que el Bernard de gafas caídas, con muchos personajes planos (toda la troupé de Maeve, por ejemplo), humanos con una puntería lamentable y situaciones enrevesadas porque sí, en las que la pirueta narratológica del relato esconde falta de consistencia dramática.

Si Westworld es una gran serie, entonces reclama un esfuerzo ingente por parte del espectador. Yo me considero un seriéfilo normalito, al fin y al cabo, aunque intento paliar mis carencias con atención y trabajo. Pero la prueba del algodón está en mi mujer: si ella, que es más lista que el hambre, se pierde en la trama, entonces es que algo falla. Y es una pena porque creo que muchos de los temas que aborda Westworld son apasionantes, desde el libre albedrío y el determinismo hasta los límites del qué nos hace humanos. Sin embargo, forma y fondo no van de la mano en la serie, sino que, al contrario, parecen pegarse bofetadas durante todo el viaje. Por eso me bajo en esta última estación: porque en estos tiempos de hemorragia seriéfila hay que mirar con lupa el precio de cada billete.

Harris

“Tiene que haber un modo de salir de aquí. ¿Dónde está la puerta? Este es el mundo equivocado” (Logan)

3 Comentarios

  1. Flames

    Precioso inicio de artículo. Con THE WIRE me quedé en los primeros 40 segundos varias veces. Con TREMÉ parecido. Y están en mi TOP 10.

    Esperaba la opinión final sobre WESTWORLD…. y no me ha sorprendido. Y me ha venido bien el mensaje. No me atreví a entrar temiendo algo de lo que cuentas….. y sólo corroboras lo que pensaba. Y eso que ahora estoy huerfanito de series… animándome con MARCELLA 2.

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  2. Franky

    Una vez leido este analisis al parecer no me equivoque con esta serie, no pase del 3er capitulo de la primera temporada. Nos estamos quedando huerfanos de series mas solidas.

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