, archivado en Exile ,

Donde más difícil lo tiene la excelente televisión británica para competir con la americana es en el drama contemporáneo puro y duro. Así, en un movimiento no del todo consciente, The Shadow Line es una respuesta british a The Wire, Luther a The Shield, la fallida Outcasts a Battlestar Galactica y la intensa The Hour a la aristocracia vaporosa de Mad Men. Extraigan conclusiones: los británicos son la leche, pero les falta pulmón para  el largo recorrido.

Paul Abbott lo sabe: por eso hace de la necesidad virtud. Su State of Play es, sin duda, una de las mejores miniseries que haya producido nunca una televisión. Exile (la última de las parturientas que me quedaba por reseñar) constituye, en cierto modo, una continuación temática y estética de aquella. Volvemos al periodismo como palanca averiada -pero insustituible- de la verdad, a los muertos escondidos en el armario y a la viscosa corrupción institucional. Todo ello en un ambiente denso emocionalmente, irrespirable a ratos, donde la tragedia familiar se anuda al conflicto político.

Tom Rondstat (John Simm) es un exitoso periodista pasado de vueltas y de coca que, cuando su espejo se resquebraja, decide regresar a su ciudad natal en Lancashire. El hogar es la identidad, ya saben. Allí encuentra que su padre (Jim Broadbent) vaga por las espesuras del alzheimer y que su hermana Nancy (Olivia Colman) ha gastado sus mejores años en la noble tarea de cuidarle. Entre recuerdos y redenciones, el hijo pródigo intenta recomponer su vida al tiempo que mete sus narices en unos misteriosos sucesos que ocurrieron hace décadas.

El empujón definitivo para que me animara con Exile me lo dio Begoña en su blog, ahora en cuarentena. También el belicoso Raúl insistía en ello. Tampoco era difícil convencerme: tres horitas, actores de primera, marca BBC, Abbott orquestando y Danny Brocklehurst escribiendo. Lo que más me mosqueaba era lo del alzheimer, un asunto con facilidad para la melaza.

Sin embargo, aparte de exhibirla con una sensibilidad contenida y sobresaliente, la enfermedad actúa como metáfora epistemológica, porque en ese cerebro que se empeña en olvidar yace la clave para recomponer el puzzle. “Alzheimer para no olvidar”, como tan bien titulaba Pilar Baena. La verdad requiere pico, pala, sangre, sudor y lágrimas. La verdad conlleva consecuencias… y la única postura intelectual verdaderamente honrada es aceptarlas. Por eso, no es casualidad que Tom provenga del periodismo sensacionalista y, para superar su crisis vital, tenga que investigar sin atajos, ni juegos de manos, incluso disparándose en el pie si es necesario. “Tell the truth and shame the devil“, repite el protagonista. “Di la verdad, incluso cuando tengas poderosas razones para ocultarla”. Porque la verdad tiene un precio. Altísimo. Pero es lo único que nos salva.

Con estos vuelos, Exile pone en escena un drama psicológico que alcanza un sensato equilibrio entre el relato de búsqueda, el costumbrismo familiar y la conspiración política. Es una pena que haya elementos que encajan con calzador y que provocan que la serie se quede solo en un “interesante”. (Espoilers hasta el final del párrafo) Por un lado, desde el punto de vista del guión, las relaciones amorosas que Tom establece con la camarera son de trazo grueso. No por el hecho de que un tipo así se acueste a las primeras de cambio, sino por convertirla en confidente tan, tan rápido. El desastre de esta línea argumental llega cuando, en el tercer capítulo, el marido cornudo acepta que Tom se vaya a su propia casa, con su esposa. Uf. Uf. Por otro lado, desde el punto de vista de la realización, se abusa del flashback clave, hasta vaciarlo de fuerza dramática. El último elemento discutible atañe el personaje de Ricky Tulse, un cliché de tabloide para un giro de la trama de lo más rocambolesco. No terminé de tragarme su personaje y ese rollo de la confesión ante el ordenador, pero admito que se trata de una estrategia que distancia lo morboso del horror que perpetró el personaje y le inyecta mucha fuerza al clímax.

Más allá de estas cautelas, el envoltorio funciona. Música intrigante que martillea rítmicamente las imágenes, como si estuvieran en una cadena de montaje. Pequeños golpes de humor doméstico. Una paleta visual elegante, acorde con la oscuridad de la historia. Un final que no necesita darlo todo masticado. Y unos actores, como siempre pasa con la pérfida Albión, inmensos. Broadbent desfila soberbio con esa mirada que parece querer recordar, con esa mezcla de infantilismo inerte y agresividad súbita, con ese niño que asoma cuando los recuerdos vuelven en forma de canciones futboleras. Le caerán premios. Colman, un pedazo de actriz, cambia de registro (Peep Show, Twenty Twelve) y apura el drama sin histerismos, con un puntito ingenuo que le permitiría pasar por personaje de Shameless. El ocasional Timothy West funciona como el viscoso Metzler. Más cautelas tengo con John Simm: le admiro desde Life on Mars, pero últimamente noto que solo hace variaciones sobre el mismo papel. Es un estupendo actor; simplemente, se repite.

Exile te atrapa desde el inicio y mide bien sus tiempos. Aunque derrape en algunas curvas, está escrita con cuajo y no se esconde: pretende elevar una reflexión sobre el hogar, la memoria, la verdad y el dolor que todo lo anterior genera. Porque no, no podemos hacernos trampas al solitario ni escapar de nosotros mismos.

17 Comentarios

  1. Sigena

    A mí me gustó mucho, la verdad. Quería ver de nuevo a John Simm, pues después de \”Life in Mars\” y Doctor Who no lo había vuelto a ver, y la historia me enganchó. Además ver al actor en un papel más dramático y tan alejado del que hacía en las otras series me encantó. Demuestra que es un actor que sirve para todo, o al menos a mí me lo pareció. Lo obvio es que el personaje del padre es increíblemente creíble, pero en general la mini serie me gustó. En cuanto a lo que dices de que los ingleses hacen respuestas a series americanas, quizás es cierto, pero suelen ser mejores series (en general) que las versiones americanas que se hacen de las inglesas, o es mi impresión.

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  2. PiliHalliwell

    Mucho me temo que mi titular es mérito de mi jefe, Francis Gallardo. Y vi la serie hace unos meses cuando estaba pensando en qué publicar para el diario y cuando me di cuenta de lo que tenía delante no me lo pensé y escribí sobre ella.

    Es cierto que tiene algunas cosas que sobran como la relación con la camarera, que se puede asemejar con la relación de Simm con la ex de Morrissey en State of Play (aunque ahí estaba mejor porque añadía más problemas a sus conflictos personales como periodista).

    Me gustó esta serie porque consigue enganchar, no se queda simplemente en el melodrama que suelen no atraerme mucho y a través de un hilo argumental de thriller típico, me cuentan una historia preciosa sobre la relación de un padre con su hijo.

    Y a John Simm ya lo idolatro desde hace tiempo (tiene otro registro distinto en Doctor Who haciendo del malvado Maestro) pero con el que me quedé prendada fue con Jim Broadbent, del que ya había visto varias películas pero que en esta serie especial, me emocionó muchísimo, sobre todo su mirada porque aunque la historia comienza con el punto de vista de Tom, como espectador uno es incapaz de odiar al padre y creo que eso en parte se debe a la gran interpretación de Broadbet que con una mirada es capaz de reflejar la personalidad de ese personajes.

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  3. Raúl

    Muchas gracias por lo de \”belicoso\”. Creo que me gusta.

    Exile es una buena miniserie, pero no volvería a verla. Algo que sí he hecho con State of play o estos días, Jekyll (aunque sólo sea por disfrutar del gran James Nesbitt)

    Coincido también en lo referente a Simms: se repite demasiado.

    Un saludo

    Raúl

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  4. El Club Silencio

    Muy buena Exile. Estoy muy de acuerdo contigo, y es una cosa que me llamó mucho la atención, lo bien que combina el drama familiar con la conspiración política, y es genial cómo emplea la enfermedad y los secretos familiares para hablar de la memoria social escondida; es muy sintomático de lo contemporáneo. Los actores también son excelentes; le cogí especial cariño a la hermana…

    Por cierto, muy buena también The Shadow Line… Casi que la prefiero a ésta.

    Un saludo!

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  5. Begoña

    Muchas gracias por la mención, Alberto. Muy buen análisis, como siempre. Es cierto que Simm se repite un poco, pero es algo que noto en muchos actores, desgraciadamente. También he visto The Shadow Line, que espero poder comentar en mi blog cuando de nuevo lo ponga en marcha. Temas personales me impiden ahora dedicarle tiempo, pero espero que antes de final de año pueda \”meter las manos en la masa\”. Saludos!

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  6. DENISFINDER

    Hablando de series inglesas, no se si habrás visto Hidden de BBC One, cuatro episodios emitidos en Octubre y como protagonista el gran Philip Glennister.

    Yo la acabo de terminar y aunque el final te deja un poco despistado, es muy recomendable, sobre todo dentro del género conspiranoico british, que úlñtimamente parece que les gusta bastante.

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  7. Alberto Nahum

    SIGENA: No he visto la tercera de Dr. Who. Me alegra lo que comentas de cambio de registro, porque hasta ahora (lo último, Mad Dogs) me lo encuentro siempre igual. Ah, de acuerdo con tu última frase.

    PILI: Bueno, pues el mérito para él también, je. Creo que la clave es, en efecto, la mezcla tan bien medida de thriller y melodrama. Sin caer en el sensacionalismo.

    RAUL: State of Play es mucho más sólida, sin duda.

    EL CLUB: Ya escribiré de The Shadow Line, ya. A ver entonces 🙂

    BEGOÑA: Vuelve pronto, eh.

    DENNIS: Me la habían recomendado ya. Tiene una premisa interesante, a ver si la puedo ver… pero es que hasta Navidad la cosa está de lo más llena, ¿no?

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  8. José B.

    La acabo de ver por \”recomendación\” de este blog y me gustó mucho. Sin embargo, coincido en que el trío con la esposa del amigo fue innecesario, sobre todo las escenas que mencionas y la escena en la que la mujer se va con sus hijos a pasar la noche a la casa de Tom (totalmente absurdo e innecesario, como si su esposo fuera un psicópata que quisiera matarla). También creo que el personaje del amigo es sólo un títere para ser usado en el episodio final para llegar al jefe, ya que no aporta más nada interesante a la trama. A pesar de que son sólo tres capítulos, yo creo que hubiera estado mucho mejor sólo con dos. Saludos.

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