, archivado en Mad Dogs ,

Tenía hechuras para convertirse en una serie histórica. De culto. Pero saber cerrar una historia queda al alcance de pocos. Mad Dogs triangula, toca la pelota, achica espacios, pero falla en los metros finales. Es el trecho que marca la diferencia entra la mosca y el mosquito; entre la paja y la pana; entre el actual Barca y el Madrid (ojo: lo dice un madridista alejado de la tiranía de las dos Españas). Veamos las claves de esta caza salvaje:

-Imagen de marca
Mad Dogs es un gran envite de la Sky británica. Otro ejemplo más de que la globalización y la competencia dejan frutos estupendos. En España las teles se ponen las pilas y buscan superar la rigidez de la sitcom “familia y tocino”; se atreven con lo sobrenatural (Ángel o Demonio) y el peplum (Hispania), quién lo diría. El premium intenta reflotar su marca con Jorge Sanz y la esperada Crematorio, ambiciosa en todos los sentidos. Sin embargo, en Gran Bretaña hace mucho que las series crean imagen de marca para las cadenas. Mad Dogs quería contribuir a la de Sky. Fue bien de público, parece ser. ¿De crítica? Un interruptus.

http://www.youtube.com/watch?v=zSvqV_CRXBE

-Plantel de lujo
Si cogemos el once inicial del star-system televisivo británico, aparecen estos cuatro nombres: Max Beesley, John Simm, Philip Glenister y Marc Warren. El rubito de Hustle es, quizá, el más versátil, aunque los ataques finales de John Simm dejan acongojado al personal. ¿Glenister como profesor universitario? Arrg. Pero, bravo, bravo. Una historia de cuatro cuarentañeros que se van de vacaciones a casa de un amigo ricachón de Mallorca no podía tener unos ingleses más acertados. El nivel medio es excelente y hasta María Botto da la talla en su réplica como policía española.

-Mallorca
Apoyando la jugada está la Majorca Film Commission. Y se nota. ¡La isla luce espectacular! Una casona del interior y un sol esplendoroso son el escenario ideal para zambullirse en esta intriga kafkiana y sin retorno. Pero el calor acaba traspasando la pantalla y la belleza también esconde un lado siniestro; las alocadas vacaciones se tornan en una frenética pesadilla.

-Estructura en V… invertida

El piloto es una presentación dilatada, una postal de ritmo lento. El cachondeo de los señores que quieren volver a ser adolescentes va dejando detalles inquietantes, demasiado leves: una mirada, un comentario impertinente, una llamada fuera de lugar… El espectador se da cuenta de que algo no va bien, pero el hachazo no llega hasta el final del primer capítulo. A partir de ahí, el crescendo emocional que despliega Mad Dogs resulta ejemplar, un thriller psicológico de primera división. Unos tipos que están cavando su propia tumba y ni siquiera lo saben. Los calambres de violencia sacuden la historia y la embarcan en una tragedia insana. Pero no se resuelve bien: la épica se desliza por el desagüe en los últimos 20 minutos del cuarto capítulo.

-Los referentes

Está Danny Boyle y sus puñetazos noventeros. Pero, sobre todo, la inspiración de Mad Dogs (quizá también eran la de aquellos Boyle y Glazer) se remonta a esas obras, turbadoras, que reflexionan sobre la violencia del hombre normal; la fina membrana que nos separa del salvajismo primitivo. O cómo, cuando el humano está contra las cuerdas, saca su parte más brutal. Y pelea. Pelea hasta morir. Y hace tabula rasa de la sociedad, la educación y esas minuciosas convenciones que nos separan de los animales… El señor de las moscas de Goldman o los Perros de paja de Peckinpah. Incluso el Deliverance de Boorman. El baile de la sangre, entonces, es también la última estación del descenso a los infiernos. El grupo es hostil hasta consigo mismo y todo el pus sale a la superficie. Apestando. Esa tensión interna, esa degradación humana, deja los mejores momentos de la serie, con varios diálogos “de amigos” donde las palabras son bofetadas.

-Un gran pero

(espoilers del último capítulo) Pero todo se va al garete en los últimos 20 minutos. Hasta ahí, hasta la violenta explosión de los cuatro amigos encerrados, la trama apuntaba salidas siempre inquietantes. Optaron por la más gratuita. Lo de pintarse la cara es resultón y muy Apocalypse Now, pero se ha quedado en una juerga estética. ¿A santo de qué? Puro artificio. Además, de repente el estilo se vuelve enfático y toda esa pesadez, ese calor oegajoso que ha castigado el ambiente, aparece fingido. La trama tampoco: los disparos de Quinn a la oficial Botto son de truco de feria. ¿Por qué Glenister se inmola? Tal y como los presentan, me habría convencido más que fuera Woody tras su iracundo (y desolado) speech.

-Lo mejor

La inusual ambientación para un thriller, la cada vez más desquiciada psicología de los personajes, las actuaciones del cuarteto y el viaje hacia la locura con un macabro crescendo emocional. Ah, y que solo tiene cuatro capítulos y, a ratos, resulta entretenidísima.

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Cortesías (Freak’s City y Supernatural)

5 Comentarios

  1. José B.

    Ahora que ya no está más el cansino de Hernán Casciari, por favor no hagas analogías de serie y fútbol porque me desesperan jajaj. Saludos

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  2. martinyfelix

    Aún no tengo muy claro que pienso del final, esperaba otra cosa bien distinta, pero la ejecución en general me ha parecido muy buena.

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