, archivado en Breaking Bad

Sergio me escribió para pedirme una colaboración. ¿Su bagaje? Una revista cultural hecha con cuatro duros y mucho, muchísimo entusiasmo, por varios estudiantes malagueños. Les dije que sí, por una razón: en momentos de crisis, de pesimistas muy (pre)parados, ellos mantienen intacta la ilusión de trabajar en el periodismo. Son emprendedores. Y sus ganas de comerse el mundo superarán cualquier barrera. 

Con su elegante diseño y sus cuidados textos, aquí se puede consultar todo el número 6 de “Manual de Uso Cultural”.

Yo les escribí este texto sobre Breaking Bad, con la que tanto queríamos. Lo rescato para respirar un poco entre tanta novedad.

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Doctor, mi esposa está embarazada de siete meses, con un bebé que ni siquiera planeamos. Mi hijo de 15 años tiene parálisis cerebral. Yo soy un profesor de Química extremadamente superdotado. Cuando puedo trabajar hago 43,700 dólares al año y, sin embargo, he visto cómo mis colegas y amigos me han superado en todo lo imaginable. ¡Y en 18 meses estaré muerto! ¿Y me pregunta por qué huir?
(Walter White, 2.3.). 

Muchos han sepultado la edad de oro de la ficción televisiva: The Sopranos y The Wire como cantos de cisne. No. No. Y no.

Porque los enterradores no asistieron al desgarrador cierre de The Shield, no entraron en la épica histórica de John Adams, no han saboreado la revolución silenciosa de Mad Men, no pasaron consulta con el Dr. Weston en In Treatment, pensaron que Dexter era otra más y desecharon Battlestar Galactica por ser ciencia ficción. Ahora, un último gol: en ese nuevo Olimpo ya preside, reluciente en el podio, Breaking Bad.

Esta creación de Vince Gilligan para AMC (Mad Men, Walking Dead, Rubicon) ofrece una seductora premisa argumental: le diagnostican un cáncer de pulmón a Walter White, un profesor de instituto en New Mexico. Desorientado, se cruza con Jesse Pinkman, un desastroso ex-alumno reciclado en yonquitraficante y, por una mezcla de azar, de crisis de los cincuenta y de “cosas-que-hacer-antes-de-morir”, comienzan a producir la mejor metanfetamina al norte de la frontera.

Con esos hilos, Breaking Bad lleva tres temporadas tejiendo un fabuloso crescendo. La primera, cortita por la huelga de guionistas, servía de calentamiento lucido y eficaz. La segunda –a pesar de alguna trampa narrativa– ahondaba en la huida interna y externa, presentaba nuevos personajes esenciales como Saul o Gus y dejaba ver el gigantesco potencial de la historia. Y la tercera… ¡la tercera ha reventado el casino!

Porque la serie ha sabido crear un relato que lleva a sus personajes hasta el extremo, esa espesa zona de dilemas donde ya solo quedan salidas de emergencia y hay que elegir la menos mala. Skyler, por ejemplo, rompe sus códigos éticos para “lavar” el honor (y el dinero) de su familia, Jesse se ve obligado a apretar un gatillo y Walter va provocando un reguero de sangre con el que podrá escribir las letras de su propio epitafio. Parece que la última parada de esta aventura solo puede ser el cementerio. ¿O no?

De momento, agazapada entre bromas de buddy-movie y surrealismo yonqui, la violencia ha mostrado sus aristas en Breaking Bad. Siempre ciega y cruda, sin glamour. Alejada de la belleza tarantina. Sin concesiones. Está la violencia angustiosa de una mujer ahogada en su vómito. O el crimen alucinado de un cráneo hecho pulpa a base de puñetazos. O aquella violencia explosiva de una cabeza decapitada sobre una tortuga. O, en fin, el terror visual –espectacular– de un duelo a muerte en un aparcamiento. Hank, ¡qué lejos y qué cerca de Heisenberg!

El arsenal de opciones estilísticas parece interminable y convierte a Breaking Bad en la serie que deja más imágenes clavadas en la retina. A sangre y fuego. Porque uno de sus aciertos más palpables es la versatilidad, tanto estética como narrativa. Puede empezar una temporada por el final y juguetear con el relato; pero Gilligan también es capaz de proponer una secuencia alucinada –de macarrismo y santería mariachi– para entonar la tercera entrega, arrancar un capítulo con un anuncio de un restaurante de pollo o, por qué no, con imágenes documentales de una mosca. Precisamente ese episodio (3.10.) ofrece uno de los ejercicios de guión más virtuosos de los últimos años: Walt y Jesse pasan los cuarenta minutos encerrados en su laboratorio de droga, intentando atrapar un puñetero insecto. Una excusa para arreglar cuentas con sus propios demonios: todo está contaminado, empezando por su propia alma. Porque Walt debía haber muerto antes y nada de esto habría ocurrido; pero por una vez el billete de lotería escondía premio…

Walter lo cobró, pero su huida ya no es la del inicio. Ahora ni siquiera sabe por qué corre. Pero sigue. Y sigue. Son los misterios de la vida (y la muerte) que tan bien refleja Breaking Bad. Walter va destrozando todo lo que quería y apenas le quedan asideros morales. Y sigue. De hecho, en la escena que cierra la tercera entrega cruzó la última frontera. La metástasis verdadera era la de su alma y el abismo la última estación de su fuga imposible.

Breaking Bad y la huida hacia el abismo

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Cortesías (Mr. Macguffin y “el complejo Eiffel“)

7 Comentarios

  1. WATANABE

    Yo creo que, como bien dices, la época dorada de la televisión americana continua estando vigente con muchas de las series que has nombrado, y muchas otras menos más desapercibidas (como Treme o Fringe), que siguen manteniendo un excelente nivel general de calidad televisiva. Breaking Bad es solo la punta del iceberg, y desde luego hoy por hoy la número uno.Nunca me cansaré de leer cualquier entrada tuya, sobre la que es mi serie favorita del momento.Aprovecho el tirón para motivar a todo aquel que no se haya puesto con la serie, a darle una merecida oportunidad. http://hablemosenserie.blogspot.com/2010/05/por-que-nos-gusta-tanto-breaking-bad.html

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  2. juan

    Amén.BB es un regalo caido del cielo.Desde la primera imagen de Walter en el desierto,en calzoncillos,con la videocamara,uno se da cuenta de que BB es distinta,de que es "otra cosa".Pero no creo que nadie pudiera llegar a imaginar,ni de lejos,lo grande que iba a llegar a ser.Bueno,Vince Gilligan si.

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  3. OsKar108

    Un aplauso a otra estupenda entrada por tu parte, y si encima es sobre una de mis series favoritas (ya he tenido que dejar de hablar de mi top-5 de series, y ampliarlo).Ya se le intuía algo "especial" desde el minuto uno, pero es que sigue superándose y maravillandonos capítulo tras capítulo.Una delicia leerte.¡Saludos!

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  4. Jesús Baiget

    Gran entrada. Tengo mucha curiosidad para ver cómo orientarán la cuarta temporada, y saber cómo Walter neutralizará (si lo hace) al que, paradójicamente, le mantiene vivo.

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  5. Gilshaq

    da gusto leerte, solo te ha faltado añadir el momento del hospital con el primo pollos sin piernas, aun asi, brutal.

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  6. Alejandro A

    que excelente artículo, la tercera temporada catapultó a la serie a otro nivel poniendola como dices en un pedastal de las obras maestras de la televisión (por cierto yo también incluiría dentro de tu corta lista de The Sopranos y The Wire a Six Feet Under) y eso que detesté la segunda temporada, aun así todo queda redimido con esos espectaculares 13 episodios, de lo que mencionas, la huida de Hank nunca había estado tan tenso viendo una serie de televisión, brutal, tremendo, me dejo anonadado por varios díasSaludos!

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