“Winnie, Winnie, ¿por qué tiene que acabar el verano?”. Al degustar su nombre, surgía en nuestra mente una voz adulta que rememoraba su pelo lacio hasta la cintura, sus jerseys de cuello vuelto, su mirada inocente de niña bien y su belleza casi mágica. Inasible. Repipi. Pura. Y con 11 ó 12 años soñábamos con un primer beso como éste:
http://www.youtube.com/watch?v=OXHWsY5uVbE
Pero Winnie Cooper solo era la excusa. El verdadero protagonista de Aquellos maravillosos años era el entrañable Kevin Arnold, un antihéroe adolescente. También estaban sus hermanos Wayne, el matón, y Karen, la hippie contestataria. Y su padre, tan estricto, y su madre, tan tradicional y cariñosa… Y el inseparable Paul Pfeiffer, alérgico a todo, nerd en potencia, preludio evidente del Millhouse de Los Simpson.
La voz en off que punteaba todo el relato -melancólica, irónica, autobiográfica- producía hilaridad al evidenciar el desfase entre el deseo y la realidad de un niño que iba dejando de serlo. Ahí se anclaba la comedia. Pero la serie ofrecía mucho más. Era un drama familiar, una receta nostálgica y una crónica sobre el fin de la inocencia, no solo la de un niño, sino también la de un país envuelto en la guerra de Vietnam y barrido por la herencia social del ruidoso 68.
De hecho, Aquellos maravillosos años cuenta con la mejor banda sonora de la historia de la televisión. Esencial para caracterizar personajes, realzar momentos y enfatizar emociones. Beatles, Beach Boys, Percy Sledge o el insuperable Joe Cocker de los títulos de crédito.
Precisamente, la ingente cantidad de músicas y derechos de autor en danza es la culpable de que no se edite la serie en DVD. Tampoco la han repuesto en la tele. Aún así, poco a poco, un puñado de voluntariosos fans han ido desempolvando los VHS y recuperando sus capítulos en un ejercicio de gloriosa globalización. Ayer reviví los primeros episodios y los últimos, con el temor de que la memoria me hubiera hecho idealizar a Kevin, Winnie y demás pandilla.
El piloto me divirtió y me emocionó: ¡la serie sigue fresca, apenas ha envejecido! Me acordaba del hermano de Winnie, del funeral, del bosque al atardecer y de esa tristeza septembrina de los 11 años… También guardaba un recuerdo más maduro del último capítulo: lo vi un lunes de invierno, quizá del 95, por La 2. Aquel último beso. La patria perdida de la infancia. El largo adiós de Winnie Cooper:
http://www.youtube.com/watch?v=LzP_a7Q9igg
Que la contemplaban recordando que también somos lo que hemos perdido.
Álex
Una serie para nostálgicos sin duda. Me alegra saber la razón por la que no he podido recuperarla: los dichosos copyrights. Me pregunto si los críos de entre 11 y 14 años disfrutarían hoy en día con ella como nosotros lo hicimos hace ya bastantes años, o si, por el contrario, la encontrarían demasiados simple, sosa, repipi…
Tremer
Una serie para el recuerdo. Me prohibiré a mi mismo verla para no ahondar en la nostalgia… Pero era preciosa.He de decir que he descubierto este blog hace nada y necesitaba felicitarte y animarte a que hagas reseñas tan a menudo como puedas. Tienes un gusto magnífico (supongo que opinaré eso porque es idéntico al mio) y los textos son muy interesantes y entretenidos.Sigue así. Yo andaré por aquí leyendo cada nueva entrada en cuanto salga. Un saludo.
Peter Petrelli
ahhhh, Winie Cooper!! Qué suspiros!Mi personaje favorito era Paul Pffeiffer, un perdedor con todas las letras: cogía todas las enfermadades, se llevaba todas las collejas y era un friki total. Me acuerdo como apoteosis del antiheroismo de un capítulo en el que le salía un grano a Kevin justo el día antes de una cita romántica…..
Paperboy
Me ha sorprendido esta entrada: pura po(p)esía. Ya caigo en quién era la Winnie del pijo, hombre. Baidegüei, Milhouse lleva una sola L. El ñiñiñiñi del lector devoto.
Addison
Buena entrada, que presagia un buen blog. Pasa a mi barra de marcadores.
Nahum
Álex, no sé, podemos probar a verla con Jorge, a ver qué le parece…Tremer: aunque la nostalgia sea devastadora, supongo que unas raciones de Arnold no pueden ser malas, ¿no? Petrelli: recuerdo ese episodio. Muy bueno, con todas las inseguridades de un niño de 13 ó 14 años. Al final, el grano se convierte en herida y es todo un desastre. Muy Arnold todo. Paperboy: picajoso. Addison: ¿quién eres? ¿qué fue de Gema?
Nemo
Yo no me enamoré de Winnie Cooper entonces, ya sabes por qué, pero ahora sí he notado que los ojos también se me humedecían gracias a tu impagable crónica, que destila un encendimiento radiante en cada línea, en cada píxel.
Javier Cercas Rueda
¡Animo con el blog! empezar es el 80%. Un cordial saludo.
sintomático
Vaya tela, nahumnismo concentrado al cien por cien. Bravo.
Seriálicos Anónimos
¿Qué decir?… Para mi es de otra época que apenas conocí, así que os cedo todas las lágrimitas para vosotros.Y me pregunto, ¿por qué el pasado tiene que ser siempre nostálgico? ¿Y si, en vez de ser \”lo perdido\”, es aquello GANADO que nos potencia un mejor presente y futuro? S.A.