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Girls ha dejado de arañar la corteza. Siempre ha sido una serie escurridiza, de una vitalidad tan rabiosa como frustrante. Una suerte de paradoja andante: la “biografía ficcional” de Hannah Dunham combinaba una genialidad esquizofrénica con una recepción perpleja, que te hacía pasar del asombro al enfado, del cariño al desdén. Al menos para treinteañeros cambiapañales, como el menda.

Tras dos temporadas donde criticarla (T1 y T2) era aventurarse a ser expulsado de la fuente de la eterna juventud, ahora resulta que Girls ha decidido crecer. Y lo hace, en la mejor estela de la buena serialidad, sin traicionarse dramática ni narrativamente. Esto es, sus protagonistas siguen abonadas a todos los -ismos generacionales, por mucha pátina neoyorquina que le impriman:  el de Narciso, el de Peter Pan, el de la exhibición corporal y sentimental, el de la dependencia, el de la alergia al compromiso, el de la absolutización del carpe diem… Las obsesiones temáticas -esa voz tan característica del “universo Dunham“- han permanecido, pero Girls ha sufrido un upgrade dramático que ha hecho más consistente y profunda la peripecia vital de Hannah. Más divertida, más entrañable. Incluso más real y, por tanto, más fácil de empatizar.

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Alejados, durante la primera mitad de la temporada, de la montaña rusa afectiva que suponía su relación, Adam y Hannah han ofrecido un espejo mucho más cotidiano, creciendo en matices y emoción sutil. Ahí, sin duda, abrir la trama al “éxito” profesional de ambos ha servido para sacarles de su espiral autorreferencial, enriqueciendo un amor que siempre ha sido la columna vertebral de Girls. Las contradicciones juveniles que refleja la serie han seguido ahí (demoledora la falta de empatía de Hannah ante la muerte de su editor, doloroso el alejamiento Stanislavski de Adam), pero en todo momento la dinámica entre ellos ha respondido a motivaciones justificables, no esos caprichos que caracterizaban las decisiones de los personajes otros años.

Quizá por ahí radique la maduración de Girls: los personajes -tan odiosos los martes, tan adorables los jueves- han dejado de mentir y, sobre todo, de mentirse. ¡Hasta Marnie, la irritante y perfectísima Marnie, reconoce su adicción al chantaje emocional! Es, simplemente, una forma de estar menos sola. Tanta franqueza la ha aprendido de Ray, claro, tras varias comidas en las que, a falta de conversación, acaban consolando su soledad entre las sábanas.  Supongo que para la próxima temporada Marnie acometeré el siguiente peldaño: el de saber que el vacío no se combate con más vacío y más yo, sino todo lo contrario.

Esta sinceridad alcanzó su cenit en la escapada de amigas, aquel pijama party que acabó como el rosario de la aurora (3.7.). Todo el capítulo estaba montado, de hecho, sobre la artificialidad de los vínculos emocionales, sobre esa constante contradicción -tan cultivada a lo largo de tres años en Girls– entre amistad y tribu, entre afecto y dependencia emocional. No es casualidad que Shosh -la más ingenua y, por tanto, la más auténtica del grupo- estallara y vomitara las verdades más desagradables. El cierre del episodio, con ese paso de baile que todas recuerdan, simboliza bien el nuevo tono de Girls: hay posibilidad de redención para estas zagalas.

Justo en Shoshanna hemos tenido el eslabón más débil de la cadena. Todo lo fascinante de su personaje ha quedado reducido a una “liberación” fallida, sin apenas trama relevante a la que hincar el diente. Personaje de atrezzo. Una pena que el triángulo amoroso con Marnie y Ray solo haya dado sus frutos en “Two Plane Rides” (3.12.). Diferente ha sido el caso de Jessa quien, a pesar de jugar en muchas ocasiones por libre, desgajada de la trama, al menos ha tenido mucha miga en su particular pelea contra los demonios interiores. Es un personaje tan amargo y amargado que hasta lo compadeces en su infelicidad, una vez más porque asoma la patita de su redención por los márgenes del encuadre.

Hasta cierto punto es lógico que los secundarios flaqueen. Esto es el show de Hannah. Al final, ella es la que aporta cohesión cuando hay subtramas que guerrean por su cuenta.  Ella y Adam son el pegamento y esto, al fin y al cabo, es una comedia romántica. Por eso, todos los sucesos que ocurren entre ellos en el último tramo de la temporada (incluida la vergüenza ajena del “role-play” en el 3.10.) han estado bien cocinados, sin ases en la manga (*) ni esos “porque sí” que tanto me exasperaban otras veces.

(*) De acuerdo, lo del seminario de escritores de Iowa no se había sembrado explícitamente antes, pero sí que ha sido una constante el dilema interno de Hannah entre perseguir su sueño (escribir novelas) y conformarse con lo que le ofrece la vida (escribir para una revista).

Laird y la lunática hermana de Adam van a ser papás. Los padres de Hannah, oh Dios mío, por fin parecen gente razonable y normal. Adam apuesta por su carrera; Hannah también. Qué cierre tan amargo. Adam escupe: “Bien, estoy hasta las narices de intentar que funcione. ¿No hay ni una cosa que pueda ser fácil contigo?”. Y Hannah, a diferencia de las finales anteriores, ni rompe la baraja ni desciende al abismo. Al contrario: se despide con cariño y elegancia. Tú mueves ahora, chaval.

Girls, con todas sus imperfecciones, va madurando. Su protagonista, con todos sus cacaos, también. Precisamente porque ahora es consciente de que crecer y enamorarse implica meterse en problemas y hacer funcionar lo difícil. Eso, madurar.

15 Comentarios

  1. mel

    En algún capítulo hannah dice que todos los años manda solicitudes para estudiar un post-grado, y que hasta ahora no le había dado resultados. En todo lo demás muy de acuerdo, creo que ha sido la mejor temporada hasta la fecha.

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  2. Óscar

    Después de la decepción que supuso la 2ª temporada (la dejé en el ecuador a ritmo de emisión estadounidense para retomarla en verano), no albergaba esperanzas de una mejora pero madre mía, ¡Lena Dunham se ha lucido! No roza la excelencia ni mucho menos pero \’Girls\’ es un hostión a la realidad (y a nosotros). Soy idéntico a Hannah Horvath y no me avergüenza decirlo.

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  3. carlos risu

    La de Girls se me acerca en el bareto y le digo que no, que se vaya a hacer series.
    \”Tira con los de tu generación\”

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  4. carlos risu

    Hay que ser muy buen actor para tener ganas de follarse a la tía de Girls. Es tan entretenida como cuando mi madre se reunía detrás de los visillos para ver qué hacían los jóvenes en la puerta de la discoteca.

    HA MADURADO, HA MADURADO.

    Más gorda.

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  5. Series y television

    Debo decir que esta tercera temporada ha extirpado un poco todo lo malo que dejó la infame segunda temporada. Precisamente, si en la primera temporada se criticó la simpleza y la sensiblería facilista, la segunda temporada tenía todo esos detalles recargados. Mucho más madura esta tercera pata señores, por decir más.

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  6. Ari

    Puede que sea un poco parcial porque no soporto a la Lena Dunham con su pose de \”soy una cerda iletrada que disfruta con el sexo guarro y dice más tacos que un camionero, ¿no creéis que soy COOL por lo mucho que me esfuerzo en demostrar que no soy cool?\”; pero creo que \’Girls\’ es la peor serie de la historia con diferencia. Si Hannah Horvath es la voz de una generación deberían coger a todos sus miembros y esterilizarlos para que no puedan tener descendencia. Por el bien de la humanidad. Y Adam Driver está como para asesinarlo.

    Directamente.

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  7. Arturo

    Todavía no ha visto completa pero ya tengo claro que está siendo la mejor de las tres temporadas con bastante diferencia. Hasta los personajes parecen menos irritantes que en las anteriores, lo que es un enorme logro.

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